lunes, 5 de mayo de 2014

Día de la Madre: Cuenta regresiva - parte 1

Dicen que "mujeres juntas, ni difuntas". Pero creo que se ha tratado muy mal a esa secreta hermandad cuyo lema es "entre viejas nos podremos destrozar, pero jamás nos haremos daño". Y es cierto. La complicidad que une a las mujeres es de una fuerza intangible, casi mágica, y le da la fortaleza al sexo "débil" de lograr grandes cosas. Nos encontramos a 5 días de festejar el día de la madre, por lo que quiero dedicar esta nueva serie de publicaciones a este místico vínculo que une a las mujeres más allá de la hermandad, más allá de la maternidad, esa fuerza que emana de la unión y la empatía.


Parte 1. La mujer-partera-sacerdotisa.
Desde mi punto de vista como médico, como mormón y como feminista.

El papel de la mujer dentro de la sala del parto ha sido milenaria, ese lugar sagrado de dolor, sufrimiento y de nueva vida. Antes del advenimiento de la ciencia médica, la era de la asepsia y los antibióticos, antes incluso del lavado de manos, la matrona (o partera) de las comunidades era la única encargada de atender todas y cada una de las urgencias obstétricas del pueblo, desde la concepción hasta el alumbramiento. Y era un conocimiento místico, de tradición y transmisión oral. Eran respetadas. Basta preguntar en una comunidad a los mayores de 50 o 60 años "¿Usted en dónde nació?", "En la casa" será la respuesta mas frecuente. "Y todos salían bien" se arriesgan a decir algunos. 

En mi postura de médico general, no puedo decir que esto sea debido a la buena práctica, o a lineamientos internacionales, mas bien que las parteras tradicionales no reportan sus muertes maternas con tanto ahínco como nosotros. Pero no demerito su trabajo, pues han hecho a lo largo de la historia una gran labor. Mucho de lo que sabemos actualmente de la obstetricia deriva de aquel conocimiento milenario accesible únicamente a las mujeres que se iniciaban como parteras. A ellas agradezco el hermoso sentimiento de recibir un bebé, pero más aún el de conocer a la nueva madre, explicarle cómo nacerá su bebé, qué cambios experimentará su cuerpo, qué sentirá y lo que debe hacer, a ellas se debe también el conocimiento de la técnica, el famoso y mentado mecanismo y trabajo de parto.

A lo largo de mi formación he encontrado lo que ahora se conoce como violencia obstétrica, y es que una gran parte del personal médico y de enfermería, los que la OMS recomienda como "calificados" para disminuir la muerte materna, incurrimos en el error de deshumanizar el parto (y no es este un artículo para criticar o defender a mis colegas). Insultos, burlas, regaños, ayunos prolongados innecesarios, exploración repetitiva de las pacientes, prácticas médicas que se vuelven rutinas, cesáreas innecesáreas generan un ambiente de pánico en las salas de expulsión y en las unidades tocoquirúrgicas. Nos olvidamos que la paciente a quien observamos tendida en la cama o en la mesa quirúrgica es un ser humano, y en efecto, una MADRE. Aquél ser que tan deificado se encuentra en nuestra cultura mexicana. Una "Santísima Madrecita". 

Siempre pensé que debía haber otra manera menos traumática para la madre. Y entonces resurgió la partera hace unas décadas. La partera, la enfermera obstetra como ayudadora, como facilitadora. La educación prenatal, la humanización del parto, y las clínicas especializadas para ello. Un rayo de luz. El empoderamiento de la mujer para sobrellevar uno de los momentos más importantes de su vida, el parto, dar a luz, dar vida. Una manera de reintegrar el místico papel de la matrona bajo las alas del método científico, y todo en aras de la vida, de la calidad de vida y de la calidad del parto. 

Paso ahora a mi opinión como mormón. ¿Qué tiene que ver con el tema? Mucho. Bajo el dogma que el equivalente al Sacerdocio es la Maternidad, esa capacidad de dar y crear vida, se ha segregado a la mujer a un papel secundario dentro de la participación eclesiástica, como un papel cuasi deificado de cuidar y nutrir a los hijos. Pero yo no lo veo así. Y la Iglesia no siempre lo vio así. La maternidad tiene su igual en la paternidad y el sacerdocio del hombre en el sacerdocio de la mujer. Así de simple. 

Contamos con gran cantidad de testimonios escritos en las minutas de la Sociedad de Socorro, por allá del siglo XIX, que relatan cómo las mujeres fueron un pilar central en el desarrollo de la obstetricia en la temprana Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos días. Todo inició con las mismas parteras de quienes hablamos. Pero bajo la luz de la revelación, el profeta José Smith las llamó, ungió y apartó bajo la imposición de manos en tal oficio; lavaban y ungían a las mujeres antes del trabajo de parto, con las mismas bendiciones que recibían durante las ceremonias del Templo. Bendecían por la imposición de manos a aquellas mujeres que tenían dificultades de salud durante y después del embarazo, así como a los niños.

Durante la presidencia de Brigham Young, se pidió que 3 hermanas de cada hogar se capacitaran en escuelas como parteras y enfermeras. Está el caso de la hermana Patty Bartlett Sessions, esposa plural de José Smith, quien adquirió tales conocimientos y de quien se escribe ayudó en 3977 partos, con sólo 2 complicaciones y ninguna muerte. Se sabe que también durante esa época, el profeta solicitó a varias hermanas bajo espíritu de revelación que estudiaran medicina, de modo que al regresar a Utah, fueron ellas las que dirigieron las acciones de salud, las escuelas y capacitación a mas mujeres para servir dentro del sagrado privilegio de asistir en la maternidad. Todos estas capacitaciones eran subsidiadas con fondos de las mismas hermanas, a través de la Sociedad de Socorro, en ese entonces de administración autónoma.

De Zina D. Huntigton Young, esposa plural de Brigham Young y enfermera obstetra se dijo: "En la sala ella era un ángel ministrante, teniendo siempre alguna sugerencia que sería de alivio y reposo; era una enfermera natural e inevitablemente inspiraba confianza. Su capacidad más fuerte yacía en ministrar a los enfermos... Ninguna otra mujer sabía mejor que ella qué hacer cuando la muerte llegaba a algún hogar... Incontables instancias pueden citarse de sus ministraciones entre los enfermos, cuando parecía estar inspirada por un poder superior al propio." (Emmeline B. Wells "Zina D. H. Young" Improvement Era, 1902). 

Como feminista lo único que puedo agregar es ¿por qué se abandonaron éstas prácticas? Prácticas en las que se daba el poder de dirigir, "oficiar" durante un parto a la mujer, y donde la maternidad era vista como un vínculo real y sagrado entre la "oficiante" y la propia madre, conciente, capaz y empoderada de su propio parto. Una real Sociedad de Socorro, reino de sacerdotes, una hermandad de mujeres fuertes, capaces, inteligentes, madres, doctoras, enfermeras, sacerdotisas, parteras, unidas por ese vínculo del amor puro de Cristo, la empatía, la fraternidad y esa complicidad furtiva que las caracteriza.


Esta figura de la mujer como partera-sacerdotisa es un rol que debe rescatarse, ícono sociocultural del que ni los doctores ni los mormones, dos mundos fundamentalmente patriarcales y hasta machistas, renuentes a la inclusión de la mujer, podemos escapar. Bastión de conocimiento y técnica que nos ayudará a cumplir esa meta del milenio puesta por la OMS para el próximo año de erradicar la muerte materna. No como antagonista del médico, sino como su colega. No como apéndice del hombre, sino como su igual. Y no sólo como madre, hermana, hija, partera, sacerdotisa, antes bien sólo mujer.



"5 de mayo - Día Internacional de la Partera"

Si te interesa leer mas del tema, dejo estos recursos en inglés:

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